
Dice usted que los ‘gurús’ o ‘guías espirituales’ son innecesarios, ¿pero
cómo puedo yo encontrar la verdad sin la sabia guía y ayuda que sólo un
‘gurú’ puede brindar?
KRISHNAMURTI: Se trata de saber si un ‘gurú’ es necesario o no. ¿Puede hallarse la
verdad por intermedio de otro? Algunos dicen que sí se puede, y otros dicen que
no. Queremos conocer la verdad acerca de esto, no mi opinión como contraria a la
opinión de otro. En este asunto yo no tengo opinión. O es así, o no lo es. Que sea
esencial el que tengáis o no un ‘gurú’, no es cuestión de opinión. La verdad en este
asunto no depende de opiniones, por profundas, eruditas o universales que sean.
La verdad sobre la materia ha de ser descubierta, en realidad.
En primer lugar, ¿por qué queremos un ‘gurú’? Decimos que queremos un
‘gurú’ porque estamos confusos, y él resulta provechoso: él señalará qué es la
verdad, nos ayudará a comprender, sabe mucho más acerca de la vida que
nosotros, actuará como un padre, como un maestro para enseñarnos a vivir; posee
vasta experiencia, y nosotros muy poca; nos ayudará gracias a su mayor
experiencia, y así sucesivamente. Es decir, fundamentalmente, recurrís a un
instructor porque estáis confusos. Si en vosotros hubiese claridad, no os
aproximaríais a un ‘gurú’. Es evidente que si fuerais profundamente felices, si no
hubiera problemas, si comprendieseis la vida completamente, no recurriríais a
ningún ‘gurú’. Espero que veáis el significado de esto. Es porque estáis confusos
que buscáis un instructor. Acudís a él para que os muestre un camino en la vida,
para que disipe vuestra confusión, para hallar la verdad. Escogéis vuestro ‘gurú’
porque estáis confusos, y esperáis que él os dé lo que pedís. Es decir, elegís un
‘gurú’ que satisfaga vuestro deseo; escogéis de acuerdo con la satisfacción que él os
brindará, y vuestra elección depende de vuestra satisfacción. No escogéis un ‘gurú’
que diga “depended de vosotros mismos”; lo escogéis según vuestros prejuicios. Y
puesto que escogéis vuestro ‘gurú’ según la satisfacción que os brinda, no buscáis
si no comprendo la vida de relación -mi relación con la propiedad, la gente, las
ideas-, ¿quién puede resolver el conflicto dentro mí? Para resolver ese conflicto,
debo comprenderlo yo mismo, lo cual significa que debo darme cuenta de mí
mismo en las relaciones. Para comprender, no es necesario ningún ‘gurú’. Si no me
reconozco a mí mismo, ¿para qué sirve un ‘gurú’? Tal como un dirigente político es
elegido por los que están en confusión -y cuya elección es también confusa- así yo
elijo un ‘gurú’. Sólo puedo elegirlo conforme a mi confusión; de ahí que, como el
dirigente político, él está confuso.
Lo importante, pues, no es quién está en lo cierto, si yo o los que dicen que un
‘gurú’ es necesario, sino el descubrir por qué necesitáis un ‘gurú’. Los ‘gurús’
existen para diversas clases de explotación, pero eso no viene al caso. Os brinda
satisfacción que alguien os diga que estáis progresando. Pero el descubrir por qué
necesitáis un ‘gurú’: ahí está la clave. Otro puede señalar el camino; pero vosotros
tenéis que hacer todo el trabajo, aun cuando tengáis un ‘gurú’. Como no queréis
enfrentaros con eso, descargáis en el ‘gurú’ la responsabilidad. El ‘gurú’ se vuelve
inútil cuando existe una partícula de conocimiento propio. Ningún ‘gurú’, ningún
libro ni escritura puede daros conocimiento propio; éste llega cuando os dais
cuenta de vosotros mismos en vuestras relaciones. Ser, es estar relacionado; no
comprender nuestras relaciones es desgracia, lucha. No daros cuenta de vuestra
relación con la propiedad, es una de las causas de confusión. Si no conocéis vuestra
verdadera relación con los bienes, por fuerza tiene que haber conflicto, lo cual
acrecienta el conflicto en la sociedad. Si no comprendéis la relación entre vosotros
y vuestra esposa, entre vosotros y vuestro hijo, ¿cómo puede otra persona resolver
el conflicto que surge de esa relación? Algo análogo ocurre tratándose de nuestra
relación con las ideas, las creencias, y los demás. Estando confusos en vuestra
relación con las personas, con los bienes, con las ideas, buscáis un ‘gurú’. Si él es un
verdadero ‘gurú’, os dirá que os comprendáis a vosotros mismos. Vosotros sois la
fuente de todo malentendido, desavenencia y confusión; y sólo podéis resolver ese
conflicto cuando os comprendáis a vosotros mismos en la vida de relación.
No podéis hallar la verdad por intermedio de nadie. ¿Cómo lo podríais? La
verdad, por cierto, no es cosa estática; no tiene morada fija; no es un fin, una meta.
Por el contrario, ella es viviente, dinámica, alerta, animada. ¿Cómo podría ser un
fin? Si la verdad es un punto fijo, ya no es la verdad; es entonces una mera opinión.
La verdad es lo desconocido, y una mente que busca la verdad jamás la encontrará.
Porque la mente está formada de lo conocido; es el resultado del pasado, del
tiempo, cosa que podéis observar por vosotros mismos. La mente es el
instrumento de lo conocido, y de ahí que no puede hallar lo desconocido; sólo
puede moverse de lo conocido a lo conocido. Cuando la mente busca la verdad, la
verdad sobre la que ha leído en libros, esa “verdad” es autoproyectada; pues
entonces la mente sólo anda en busca de lo conocido, de algo “conocido” más
satisfactorio que lo anterior. Cuando la mente busca la verdad, lo que busca es una
proyección de sí misma, no la verdad. Un ideal, después de todo, es
autoproyectado; es ficticio, irreal. Lo real es aquello que es, no lo opuesto. Pero una
mente que busca la realidad, Dios, busca lo ya concebido, lo conocido. Cuando
pensáis en Dios, vuestro Dios es la proyección de vuestra propia concepción, el
resultado de influencias sociales. Sólo podéis pensar en lo conocido; no podéis
pensar en lo desconocido, no podéis concentraros en la verdad. En el momento en
que pensáis en lo desconocido, ello es simplemente lo conocido, una proyección de
“mí mismo”. En Dios o en la verdad no se puede pensar. Si pensáis al respecto, no
es la verdad. La verdad no puede buscarse: ella viene a nosotros. Sólo podéis ir en
pos de lo que es conocido. Cuando la mente no está torturada por lo conocido, por
los efectos de lo conocido, sólo entonces la verdad puede revelarse. La verdad está
en toda hoja, en toda lágrima; ha de ser captada de instante en instante. Nadie
puede conduciros a la verdad; y si alguien os conduce, sólo puede ser a lo conocido.
La verdad sólo puede venir a la mente que está vacía de lo conocido. Adviene
en un estado en el cual lo conocido está ausente, no actúa. La mente es el almacén
de lo conocido, el residuo de lo conocido; y para que la mente se halle en ese estado
en que lo desconocido se manifiesta; ella debe darse cuenta de sí misma, de sus
experiencias anteriores, conscientes así como inconscientes, de sus respuestas,
reacciones y estructura. Cuando hay completo conocimiento de uno mismo,
entonces lo conocido tiene fin y la mente está del todo vacía de lo conocido. Sólo
entonces la verdad puede venir a vosotros, sin que la invitéis. La verdad no
pertenece a vosotros ni a mí. No podéis rendirle culto. No bien es conocida, ella es
irreal. El símbolo no es la realidad, la imagen no es lo real; mas cuando hay
comprensión de uno mismo, cesación “yo”, entonces adviene lo eterno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario